No entiendo tu palabras
en quemazón
perpetuas,
abriendo mis entrañas
yertas, a cuchilladas.
No entiendo, tan amedrentado,
el dolor que reclamas,
en tu semblante,
como si fuera un derecho.
Matas a cuchillo.
Mueres por dentro,
esparces daño y
arañas sin tela,
apagando la mesura
y las razones de la Luz.
Vuelve ya…
No eres mi sangre… ¿o si?