Quizás, la noche pudiese abrasarle
mientras por cada luna,
una o quizás dos
cartas del buzón sobresaliesen.
Imagine, que por un momento
el opio naciera en sus labios,
susurrando caricias en el viento
mientras silencia jaurías, al tiempo
en que nuestra frecuencia agita la radio.
Tal vez, mi palma desplazara
a su mano la falta de azaleas,
tatuando, debajo de pestañas
tan absurda cantidad de letras.