Estanques dorados de mi existencia
aleteando sobre una roca brillante,
medio sumergida, respirando vida.
Invisibilidad latente entre montañas difuminadas
por la nieve, intransigente miedo a tenerte,
a enloquecer con tu silencio,
amor inconcluso soy,
en tu memoria cabalgando por el presente.
Un elenco de sueños que orbitan
en la oquedad del tiempo,
surtiendo de deseos mis sentimientos
alrededor de una hoguera,
en un lugar donde los pájaros sueñan
y los grillos cantan.
La luz es engullida por tu belleza,
en ese paraje paradisiaco
de hermosas plantas en sus laderas,
solitarias, pero bellas.
La lasitud de tu amor me genera desasosiego,
temores, olor a estrellas muertas
de este firmamento que nos cuida,
que aleja los laberintos mutilados de mi cuerpo.
Una gota de lluvia me despertó
de este sueño, hecho pensamiento,
profanación de los sentimientos
de una vereda que recorro contigo,
desde hace tiempo.
Una ligera niebla de corazón enamorado
se asoma,
detrás de ese algodón blanco
que me rodea, estás tú,
mi princesa, mi hada marina, la diosa
de mi primavera.
Tus pelo de marfil huele a violetas,
tu cuello repleto de collares de jazmines,
tus labios son crías de amapolas rojas,
tus ojos delirios de luceros en una noche
donde los amores juegan y nosotros jugamos
en la eternidad de nuestra primavera.
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