Si alguna vez tuve un héroe
no fue de esos que necesitan traje
para distinguirse de la masa.
Mi héroe es tan normal que hasta le crecen los juanetes
y amordaza los zapatos para sacarle unos días más.
Mi héroe recoge los juguetes tirados del jardín
una y cien veces
con la nostalgia de que un día
no le hará falta.
Mi héroe tiene estilo propio;
Sabe matarse con una escalera
como Pepe Viyuela.
A mi héroe lo quiere todo el mundo
y no por lo que dice,
sino más bien por lo que calla.
Esta persona piensa en el confort de las arañas
y en el paladar de perros viejos.
Piensa en sueños grandes como árboles frutales
y en la paz del vecindario.
Usa luces como elementos disuasorios
aunque siempre sean las mismas.
Siempre le da una oportunidad de más a las cosas y diez de más a las personas de su sangre.
Tampoco es pobre pero está lleno de riquezas.
Recuerdo cuando me lanzaba por los aires en el mar y cuando nos llevaba aquí y allá de picnic.
Lo recuerdo pinchando la sombrilla y cargando la nevera.
Y comprándome cintas de cassete de las buenas para grabarme la música.
No me contó cuentos porque todos son mentira.
Le gusta que se caiga la fruta de los árboles como la vida se cae de los segundos.
Cuida del perro casi sordo y habla con él.
Le gusta etiquetar el embutido y todo lo que deja sobre la mesa.
Coge agua para toda la familia y reserva una mañana a la semana para ello.
Sabes que es de él porque cuando la abres siempre se rebosa.
Cuando lo veo junto a mi madre es como si viese a dos inseparables en una jaula abierta.
Tiene el don de cuidar con sencillez las cosas complicadas, es el antipoeta.
Y eso es un gran superpoder.
Es un lago sin olas, refresca, relaja y no asfixia. Nadas libre en él.
Yo intento hacer hoy lo mismo con los míos.
Gracias por siempre marcar el norte.
Y por no dejarme solo.
Y por hacer que piense en todo esto a mis 40 tacos.
Felices 70.