Se fueron nuestras vidas alejando
lo mismo que las horas se deslizan;
oyendo aquel tictac con mucha prisa
que marca del debacle firme paso.
Igual que aquellos soles de verano
que pierden su fulgor al fin del día;
los sueños que abrazaron nuestras vidas
perdidos en la niebla se quedaron.
Vivimos el amor sin cultivarlo
dejando se quedara sin su chispa;
logrando se volviera mil pedazos
su esencia tan divina y tan magnífica;
que fue de la pasión tierno sudario
que suave cobijaba nuestra dicha.
Autor: Aníbal Rodríguez.