Y se hizo la luz cuando me crucé con ella.
Fue como una ninfa vestida de mirada,
sus ojos fueron cual la desnudez de mi alma
cuando ella me miró girando la cabeza.
Y me trajo lo profundo de la entereza
llevándose cualquier duda del mundo oscuro,
y me concedió la blanca calma del mundo
quitándome del camino de las tristezas.
Y me dotó de la mesura y del contento
discriminando extravagancias anodinas,
y me elevó por las nubes en fantasía
alejándome la negrura del tormento.
Y me señaló de lo bueno lo mejor
olvidando la condena de mis pesares,
y me enseñó que las fortunas son verdades
como verdades son la dicha y el amor.
¡Y qué hermosura cuando vi que me miraba!
y me perdí en aquel silencio de armonía
al tiempo que ella me sonrió y su sonrisa
fue como una lluvia de estrellas con palabras.