Las tardes traen,
a mi escogido aislamiento,
un invierno trasnochado
de trufado padecer
y siniestras predicciones
de soledad sin amparo.
Las horas, recalcadas
de otras horas ya vividas,
fraguan, en la quietud
abollada de mi tiempo,
el muro separador
donde espío la felicidad
subido en los estratos
de mi impróspera avaricia.
Aderezo mi tiempo
con poemas sin lauros,
con sueños planificados,
para acceder a la noche
como un amante agobiado.