El mirlo y el humano
Un pequeño mirlo en la mañana
trataba de enseñar a volar a su cría.
Ella lo veía desesperada,
con su pensamiento matinal:
¿qué haría, sin cola? ¿qué haría
con tan pequeñas alas?
No podría defenderse,
ni del gato, ni la ardilla
feroces que fácil
podrían tragarlo.
Era tan débil, tan indefenso
y tan tierno, que la madre
solo piaba:
¡vamos, esfuérzate, vamos!,
No te puedo cargar para regresarte
a tu nido.
La pobre madre lloraba desesperada.
“Haz tu deber”, le piaba,
“debes volar”,
buscarás tu propia rama,
porque si no, tu vida terminará…..
El pequeño mirlo empezaba a saltar
con sus patitas, lento, torpe…
Cuando la madre cantó fuerte,
el padre mirlo se acercó.
Dos pudieron más que uno.
Entre ambos, con sus poderosos
piquitos atraparon al mirlito
cada uno en cada ala
y lo llevaron al nido.
Los mirlos jamás cortan las alas
a sus polluelos:
saben que sin ellos no sobrevivirán.
En cambio, los humanos, amarran
con sus cordelejos talibanes
a los pequeños
para cortar sus alas
y someterlos a su yugo.
El humano perdió el concepto de libertad.