Acariciar, el verbo más sensible,
el adagio de Eros, de la ternura
del deseo, la entrega, lo agradable.
Avivar el adjetivo que oculta,
entre la mente, el fuego, la dulzura,
lo atrayente, como pasión que indulta.
Nuestra naturaleza, tan sencilla
como el amar, que habita en los obscuros
tientos, de los placeres de la arcilla,
tan azul y verde, tan rotundo
el amor, en lo más claro, y silvestre,
en el café, en el mar, en lo profundo.