Oh, dardo infernal que Paris me arrojó
con saña, inquina y rencor,
toda la envidia de Apolo
a mi sueño de amor.
Oh, dolor, me acaricia con alfileres,
mis huellas antes perfectas
ahora son fango desgarrador.
La alameda se aleja con sus rostros
de terror, sienten al verme: lástima
y compasión. Mis pasos se tornaron
hacia el solitario Sóleo
con sus hermanos gemelos
derribaron al hueso calcáneo del talón
y allí se hundieron en un profundo dolor.