Febrero, catorce...
¡Oh, febrero, catorce, tamboril de mis cantos,
ya no causes dolores ni tristezas ni llantos,
mejor llena de gozo como lo hizo José...
aunque tengo delirios, sigo vivo y despierto
porque sé que me guía el Señor del desierto
entregando la gnosis a través de la fe....!
Al que llama y que nombra se le lleva el incienso,
mas por gracia y anhelo su reinado es intenso
y es patrón de la vida, sempiterno y da paz...
al que lleva la aurora, luminosa por guía,
que estremezca su mente con palabra del día
y que clame dichoso ¡qué brillante es tu faz!
Para ti sociedad que te inflas con nada
ha llegado el pastor de la dulce alborada
a buscar su rebaño y a cantar ¡libertad!
El camino elegido te convierte en oprobio
y se llenan tus manos de maldad y microbio,
¡Hay de ti que te alejas, hay de ti sociedad!
Que con rosas rosadas o con lirios brillantes
pues te adornen gorgonas de los mares galantes
y te digan contentas, ¡sea Dios el mejor!
Que del cielo sagrado, serafines te adoren
y te cubran de besos y los miedos deboren,
en el nombre del arte, de la fe y el amor.
Que te bese los labios el amigo de lejos
sin dejar la costumbre ni olvidar los consejos,
pues el astro en la altura del amor llama al bien...
El secreto piadoso, beneplácito amigo
se conjura con otros y se embriaga contigo
con la estrella en la mano, de camino a Belén.
¡Oh, febrero, catorce, que el amor permanezca
y se abracen parejas sin que nadie entristezca
y sonría la luna, desechando el dolor!
Y en la faz del camino no se rinda la aurora,
porque el hombre que escribe con palabras implora,
que se gocen las almas y ¡qué viva el amor!
Samuel Dixon