Venía lentamente,
en busca de mis labios lisonjeros;
y quise detenerle,
al ver que ella venía por mis besos.
De pronto sin pensarlo me sedujo,
con besos y caricias;
mas luego sin quererlo quedé mudo,
de ver lo que veía.
Le dije pensativo:
—No creas que es amor el que yo siento,
ni creas que me quedaré contigo,
si tú me das tus besos.
Me dijo claramente sin despecho:
—Tú deja que mis besos te sorprendan,
con todo su aderezo
y aleja tus quimeras.
—¡Permite que mis besos te conquisten!
Y me quedé perplejo,
mis versos hoy lo dicen…
¡Sutil me enamoró con cada beso!