A veces el pasado se asoma entre sombras,
buscando deambular en los recuerdos,
ocupando el sillón de la sala,
o reflejándose en el cristal de la ventana,
como haciéndonos desertar del presente,
para mirar con curiosidad el pasado,
desde la perspectiva de un niño.
He viajado en instantes desde la adolescencia a la vejez,
y en cada sitio he huido de la realidad de mis días
intentado no saber quién soy,
porque en el plano de lo posible,
quisiera soñar con ser de nuevo,
en la plenitud de lo que anhelo,
para ser hoy lo que soñé de niño.
Poeta quizás,
sin atajos entre versos,
sin postergar la realidad,
sin distraer la prioridad de escribir lo que siento,
sin mirar para otro lado,
con la necesidad del pasado,
para contemplar hasta donde he llegado.
A veces el pasado se asoma sin opciones,
posándose sobre libros,
sobre fotografías en color sepia,
como huyendo de la respiración,
hasta posarse en el silencio,
con la simple curiosidad de mirar lo que ha cambiado,
los rostros, el cabello, los latidos,
hasta la luz se torna gris en medio del recuerdo,
paradojas de la vida
intentar encontrar en el ayer lo que imaginamos.