jvnavarro

UNA NCOHE DE AMORES LLENA

 Misteriosa la noche,
ella ajena a las jaranas y fiestas
se nutre de las esencias 
de aquello que le llega,
ahora son olas, 
ahora la marea, 
ahora la tibieza 
de un mar 
que sobre mi cabeza planea.
 
Una playa de arenas mojadas
es la distancia cierta
entre quien juega con la noche
y se la lleva de verbena,
de quienes en el mar pelean
por sacar de ella
el fruto a su dedicación plena.
 
Es noche de pasiones ciegas,
de locuras que se cuentan.
 
Tanta es la belleza 
de las palabras huecas
que no hay estrellas,
no hay luna ni llena, ni lunera,
ni cascabelera,
solo asoman luces
allí donde un paseo nos lleva
de ida y de vuelta.
 
El peaje a pagar es este poema, 
poniente que se estrecha
en la mirada
de quien no lleva ni chistera ni cartera
ni es juez de contiendas, 
de quien acelera el paso
pues una sombra se le acerca
y así como quien toma y deja,
volvemos a ese instante 
de tupidas velas
en que San Valentín se nos muestra.
 
Y entre soplos y olores a cerveza
el pobre San Valentín se aleja, 
mientras le oigo decir entre lenguas,
que cansado está de allanar el camino
a una caterva
de enamorados 
que si te miran
te echan encima sus miserias.
 
Sabemos que San Valentín es santo,
que vive de lo que recoge 
en las cuaresmas
y que se las ve y desea
para obtener un beso, 
en ese día grande 
en que se celebra su fiesta.
 
Se cuenta que el amor verdadero profesa, 
todo el año sin tener en cuenta 
los días que son de guardar, 
las fiestas 
y aquellos en que los enamorados 
no se encuentran del todo a buenas.
 
Y vuelve el murmullo del mar
con esa fuerza propia
de una central eléctrica,
se bate el cobre,
se adentra en la vida de las personas,
se convierte en el juez de una contienda,
ahora mismo espera
a que este poema se acabe por las buenas
para ser él quien tome la delantera.
 
Por aquí por este paseo
 con un solo poeta, 
estamos por pintar a la noche
del color de las sartenes viejas,
por lo menos, 
ya que San Valentín niega
la verdad del amor 
que en el corazón
tiene su vivienda,
que todo el mundo sepa
que el amor que con cariño
todo el año se riega
se ríe de San Valentín y de quién 
dirige la orquesta,
solo por aquello 
que en la Odisea se cuenta, 
en torno al amor
y a la pasión que este despierta
hasta en las guerras más extremas.
 
Noche de silencios es esta,
de ojeras, de patas de gallos,
de conjuros y si me aprietan 
de desconsolados llantos
allí donde el hambre aprieta 
y a pesar de ello 
el amor duerme
bajo la cabecera
de los pobres de la tierra.
 
Ahora gruñe el mar
los derroteros del poema le afectan,
con tantas pateras y muertos
en sus aguas ciegas,
todo esto le suena 
a cencerrada de aquellas 
de los tiempos,
de ande, ande, ande la Marimorena.
 
Cojea el mundo,
como si fuera una guitarra española, 
de seis cuerdas,
seguro que alguna de ellas 
está más rota que el palo mayor
de una corbeta 
en mitad de una gran tormenta.