Dicen que en la vida de las mujeres hay dos amores que les han marcado la existencia.
No sé qué de cierto tendrá esa teoría o de dónde viene, pero en cierta manera es verdad.
Hablando de amores de pareja cuando se tiene a alguien del pasado que nos marcó al punto que con los años no se va de nuestra mente y menos de nuestro recuerdo es que el corazón ha quedado marcado por y para siempre con su presencia, aun así su ausencia es también una dura marca por remover sin alcanzar esa posibilidad.
El tiempo pasa y vamos dejando esos que no nos enseñaron más que dolor y lágrimas que un nuevo amor. Es posible que nos las seque con su nuevo y más fuerte sentimiento.
Este es el que se quedará en la vida para siempre, que nos acompañará en los peores y mejores momentos, siendo así ese amor que un día anhelamos llegara y que más que pasión en sí nos enseñara que sí hay paz en ese lado amargado y triste de la vida misma.
Este último nunca es el primero, jamás ninguno como ese de infancia que cuidamos y guardamos, como ese tesoro que nunca sacamos del más recóndito de nuestros joyeros y que no es permitido casi ni nombrar por nosotros mismos para no dejar atrás este tan sensible y bello amor de la infancia.
El actual con todos sus problemas es el auténtico porque está y subsiste ante toda adversidad aún tú mismo y esa vida que cada vez más rápida y acelerada nos envía rápidamente también al rincón del olvido de las vidas ajenas y siendo al final solo un vago recuerdo de lo que fue o de lo que pudo haber sido... solo una historia de amor de un escritor trasnochado de novelas románticas.
A ellos es esta pequeña, pero amada y notable recordación, a ese de ayer con sus bellos detalles románticos y al de hoy con todo su amor solamente para mí y que diariamente me entrega su amor en versos bien escritos, de sentimientos y de sensibilidad como es él mismo.
Acá se unen mi ayer de nostalgia y mi hoy de amor con poesía.
Anna.
Febrero 15. 2024.
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