En ese rincón de mi niñez,
donde la alegría se hizo ley,
se alza majestuoso el Parque Ecuador,
mi patio de juegos y color.
Ahí, en medio de sus verdes prados,
jugué al escondite, salté entre charcos,
corrí sin cesar, riendo sin parar,
en su regazo siempre feliz de estar.
Sus árboles altos y frondosos,
guardianes eternos de sueños gozosos,
me daban sombra en tardes de sol,
mientras jugaba al balón con arduo fervor.
El columpio, mi aliado infalible,
me llevaba al cielo de forma imposible,
mis risas se elevaban al viento,
descubriendo la felicidad en su aliento.
Las risas se entrelazaban en el aire,
los amigos siempre dispuestos a jugar,
los juegos de antaño nunca se olvidan,
en Parque Ecuador, morada de risas unidas.
Carreras interminables, risas sin fin,
en cada esquina se escondía un nuevo confín,
mi imaginación volaba sin fronteras,
en Parque Ecuador, donde todas las quimeras son verdaderas.
Hoy, al volver a ese querido lugar,
mi corazón se llena de nostalgia y pesar,
pues aunque el tiempo haya pasado,
en mi alma Parque Ecuador siempre estará grabado.
Un canto eterno a la niñez,
al juego inocente y la alegría de tener fe,
Parque Ecuador, mi patio de infancia,
donde guardo mis más dulces vivencias.
En cada poesía, en cada canción,
en cada recuerdo, en cada emoción,
siempre serás mi refugio de paz,
mi santuario eterno, mi querido terruño, mi lar.