Si nuestros ojos vieran el alma en vez de cuerpos,
qué diferente sería este mundo de desastres.
El amor sería el lenguaje universal,
el odio, solo un recuerdo lejano y olvidado.
Si nuestros ojos vieran la verdadera esencia,
no habría lugar para las apariencias vacías.
La belleza se encontraría en cada corazón,
y la superficialidad dejaría de existir.
Veríamos la tristeza que se oculta en sonrisas,
y el dolor que se disfraza de indiferencia.
La empatía se elevaría a su máxima expresión,
y comprenderíamos el sufrimiento ajeno.
Si nuestros ojos vieran el alma en cada ser,
los prejuicios se desvanecerían en el aire.
El respeto sería la norma, no la excepción,
y el entendimiento florecería en cada conversación.
Si nuestros ojos vieran el alma en vez de cuerpos,
apreciaríamos la diversidad en toda su magnitud.
No habría motivo para el juicio y la injusticia,
solo cabría el amor y la aceptación sin límites.
Pero, aunque nuestros ojos solo vean lo exterior,
tenemos el poder de buscar más allá de las apariencias.
Podemos buscar la esencia en cada mirada,
y encontrar el alma que late en cada corazón.
“Serl”