De nada sirve mi canto, pienso,
mientras busco por la habitación
el verso siguiente,
no se hubiera dejado alguien por la casa
una metáfora o, cuanto menos,
algún adjetivo en buen estado.
Avanza el invierno redentor
y va incumpliendo sus promesas.
No soporto un cadáver más,
sea de los que huelen antes de quemar
o sea de las sombras que van entrando por tus poros
como infecciones contra el mundo,
virus con coronas, con espinas, con toses, con fiebre.
Miro el desastre con la indiferencia que confiere
el absoluto convencimiento del azar y del absurdo.
Si hay siguiente verso, será escrito.
Y si no lo hay, bien podría pedirle a alguien
que queme todo, como aquel Kafka, tan kafkiano él.
Entra de repente un punto final sin llamar a la puerta.
Eso es una metáfora en sí misma.
El aprendizaje más relevante de todos.
En cualquier momento, todo el andamiaje de proyectos,
que los occidentales suelen confundir con sueños,
se cae como una torre gemela añorando calma.
No pierdas el tiempo ni con este poema.
Sal corriendo hacia el próximo atardecer.
Gástate todos los fondos. Billete a billete.
No les dejes a los herederos ni las telarañas.
Yacente, ya no hace falta amor.
Si vives, ejerce.
Ya llegó el punto final.
FIN
(poema perteneciente al poemario breve \"Juro que no morí, que diría McCartney\" 2ºPremio de Poesía en el Certamen de Poesía de Salas de los Infantes, 2020).