Amor, amor…
Cada vez que pienso en ti germinan en mí, al instante, recuerdos que me iluminan:
… Las sonrisas de tu boca que mi ser las acogía cual si fueran primaveras, con sus
primorosas flores, regalando su belleza y los gráciles olores de la madre naturaleza.
… Las miradas de tus ojos, dos luceros que acariciaban mis miradas zalameras.
… Los sabores de tus besos, que hambrienta yo disfrutaba, siempre más… y más… pidiendo
porque nunca me saciaba.
… Tus brazos que me abrigaban, con homérico placer, en la noche y en el día, en invierno y en verano dándome aquellos abrazos que eran un añorado placer.
… Tu voz y tus tiernas palabras que viven guardadas con devoción en el diario de mi alma.
Ah… tú andar que, cuando ibas a mí encuentro, avisaba tu regreso tras una urgente salida de mucha o poca tardanza.
… Tu rostro, tesoro inmenso, para siempre un pintoresco dibujo retenido en mi pupila.
¿Y…tu corazón? ¿Y…el mío?
El tuyo, enajenado por la pasión que le di, supo darme su cariño y está cobijado en mí.
El mío es ese que día a día te loa, convirtiendo nuestro amor en una infinita prosa…
Amelia Suárez Oquendo
01-02-2024