Yo, que escuchaba al Guadalquivir
hablar con versos de amores,
y por su locura rugir...
Yo, que veía a la Giralda y su cumbre
bendecir con su piedra morusca,
y a los amores darle lumbre...
Yo, que olía a los naranjos en abril;
entre su fragancia amarga te llamaba
y te rogaba como clérigo en atril...
Yo, que te buscaba en cada puente,
en cada hoja de otoño, en cada parque,
hasta en el andar de la gente...
Yo, que Roma en Sevilla confundí,
rozaba cada baldosa, cada figura,
por si eras escultura y no te vi...
Yo, que por Triana cartas escribía,
tirándolas al río por ver,
si cartas tuyas recibía...
Yo, confundí mis mares con tus tierras,
y hubiese cambiado mi paz
por cualquiera de tus guerras...
Yo, que aquí te tengo, ahora, y no sé
si es que nunca te perdí
o realmente ya te encontré...