Hoy que me he convertido en un anciano
mi boca desdentada
no pronuncia tu nombre.
Mis manos temblorosas y arrugadas
no acarician la curva de tu seno.
Mis pulmones gastados
no aspiran el perfume de tu aliento.
Mi cabello amarillo, inexistente
no acaricia tu rostro
cuando te hago el amor.
Mis hombros encorvados
ya no son el refugio de tu llanto.
Mis ojos ciegos ya no ven
la curva deliciosa de tu espalda,
y no son ese nido de tu sueño
mis piernas fláccidas,
mis rodillas chuecas.
Ya no prueba las mieles de tu boca
mi lengua ya reseca y agrietada.
Sólo tengo tu ausencia y tu memoria.
Sólo tengo ese hueco con tu nombre.
Por suerte ya está próxima la noche.
La noche y el olvido.