Qué extrema pequeñez estoy sintiendo
ante tantos milagros que me rondan.
Está esa mujer… están los hijos,
el sublime fulgor de mis contentos,
esquivos a veces u olvidados
y que han cobrado tanto, pero tanto brillo
que minimizan mi ser hasta ese extremo
de saber que lo único que importa…
¡es el descubrimiento de ese cielo!
¡Están los hijos… y esa mujer que me contenta!