Camuflada en mitad
de un verso
para que no salpique
al narrador,
fraguando un plan
y otro de reserva
siempre en movimiento continuo,
con las alas suspendidas en el aire
aunque tropiece en el camino.
Una cuestión sin resolver
apartada de las normas,
pálpitos varados,
la retacía no tiene vergüenza,
suelta la lengua,
pone nubes en los ojos
y guindas en la cara.