Confió en el consuelo
de aquella santa oración;
silente, sorda fue la recepción,
milagro que rodó por el suelo.
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Marchitos los pesares,
focos de turbias entropías
con las esperanzas vacías,
desafinados elegíacos cantares.
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Húmedo el lineal cortejo
de la sinuosa fila negra,
dolor químico que desintegra.
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Frío en el Valle del Lunarejo
apenas tañen las campanadas
...que la Vida quedó sin ganas!