Solo es agua de un río de cristal
que se desliza
por los senderos de la piel.
En el lagrimal se desborda,
un manantial de emociones contenidas
que busca liberarse de su prisión.
Es un viaje hacia afuera de la hojarasca,
escapando de lo profundo del alma
el cuál anhela encontrar su camino
a través de los laberintos del ser.
Brota, como una fuente etérea;
corre, como un río en busca del mar,
y se convierte en un arroyo en el rostro,
una cascada de sensaciones.
Cuando el corazón duele se transforma en un océano tumultuoso,
agitado por las corrientes del dolor y la melancolía.
Y en entre las agitadas olas,
nace la lágrima,
una gota de sal que refleja
la vastedad de la experiencia humana.