Que mi cuerpo se oxide con el tiempo, que el haberte perdido me calcine sin remordimiento.
Que carcoma lo más profundo de mis entrañas, hasta la médula de mis huesos.
Que me marchite como rosa al alba, sin regreso, sin vida, sin aliento.
Que mi presencia desaparezca para siempre y que no vuelva, que no regrese.
Nunca dejaré que tus manos ya no estén en mis manos.
Y que tampoco tu mirada deje de mirarme, ni que tu voz deje de nombrar mi nombre.
Porque no quiero perderte.