Pero tú no vendrás o vendrás ya muy tarde
Rainer Maria Rilke
Siento tus pasos desde lejos.
Ahí donde crees haber dejado
mi cadáver de clavel o verdugo
brotan voces ebrias, de fuego,
vástagos del dolor.
Escucho tus latidos... lejanos.
Su ritmo golpea las puertas
de un corazón que no he de tocar,
de un diamante opacado
a fuerza de noches.
Mi dolor sondea la risa huraña
y la palabra de una tarde
donde los espíritus duermen cansados
en pequeñas copas de olvido,
en reducidas catacumbas de amor.
Huelo tus pasos desde lejos
y los caminos se vuelven momentos,
sonrisas o besos de pólvora matinal,
que bordan el silencio
con la delicada seda del recuerdo.
Una feroz lágrima aparece
en el virginal rostro de la noche:
es una señal de las sombras,
un gesto de la derrota,
un simulacro de purificación.
Veo y no veo tus pasos
desde el otro lado de la fe,
encadenado a flores viejas
entusiasmado con el sol del adiós.
Ahora te marchas...
sobre caballos de plata.
Ahora levantas
el polvo de la ilusión,
para convertirlo en daga, en espina,
en adiós eterno.
Tu olor se va, se aleja, cojeando...
Vuela...
Vuela con alas de mariposa enferma.
Ya no esperaré tus pasos,
mi nueva vocación es esculpir insomnios,
retrasar la muerte,
hablar con el fuego
mientras alimento el corazón
con el trigo del silencio.