Amigo, compañero, como quiera,
comparto ahora un cuento muy ingrato
así, como una especie de retrato,
mediando entre los versos la quimera.
Mis cuentos no son cuentos de primera;
tampoco lo que cuento es insensato,
quizá, mis cuentos son cual garabato,
que traigo en la memoria y mi chistera:
«La estrella se elevó hasta las alturas,
brillante como muchos la esperaban;
de pronto unos granujas (caras duras),
hicieron lo que algunos presagiaban.
Estando en las alturas con dulzuras,
la estrella iluminada la apagaban».