Hay una ventana que por sus reflejos
es espejo irreflexivo además de ser ventana
y me veo sin querer cuando yo paso
aunque detesto mirarme en los espejos.
Pero esta ventana que aprendió reflejos
posee en sí misma una bondad extraña
pues no son fieles las formas que devuelve
y disimula lo que no disimulan los espejos.
Y cuando de mis años mozos yo me alejo
tal vez se sientan esos vidrios compasivos
ocultando algunos rasgos que han cambiado
a pesar de que por cambios no me quejo.
Y es en ese contraluz, brillo bermejo,
donde suelo hoy pararme a ver un poco
como es el cristal tan bondadoso
que me engaña… y en ese engaño me protejo.
Así es como me animé con los espejos…