De aquellas ilusiones, que en mi alma palpitaron
con grande y misteriosa, divina efervescencia,
que trae los bemoles de mágica cadencia
que tantas emociones y ensueños despertaron.
De aquellos amoríos, que un día se fraguaron
lo mismo que se fragua, de fe su incandescencia;
quedaron esas huellas de tierna complacencia
que a nuestros sentimientos de hinojos los postraron.
Por eso es que tu imagen, tejida en mi añoranza
de aquella tu sonrisa tan dulce y tan fulgente;
la veo por las nubes, bailando regia danza
de paz y de ternura, que en forma muy ferviente,
llenaba mis instantes de mística esperanza
de amarnos para siempre de forma vehemente.
Autor: Aníbal Rodríguez.