Más allá de los horizontes, no hay inmortalidad.
Engalanado, por el aullido de la perfidia
sobre planicies, mares, montañas, un mundo,
¿Un todo o una epifanía?
Adosando la venidera edad,
que malogra sobre océanos de fuego,
con mondadientes ambiciona, arrasar mi pálida Luna.
¿ Cuán fácil es ser un encadenado esclavo ?
¿ Cuántas vidas son necesarias para ostentar los grilletes de la emancipación ?
¡ Las prisiones fustigan, aun cuando sean de oro !
Más allá de los horizontes se buscan las respuestas
Los antiguos cordiales, platican como el pájaro purpura
indican como sortear las arenas movedizas
{siempre tengo fe sobre pasos ligeros}
elevarse conocer nuestros inalcanzables, instruirse
desde el pináculo invitan a morar entre ellos,
una justificación al hibrido misántropo,
…
¡Sí tan solo no fueran cautivos de si!
vegetan en sus madrigueras, con luz artificial
para ellos, despedidas y nada más, peregrino uno con tu voluntad
Así tremebundas máscaras de hueso aguardan,
sobre relojes que se disuelven,
frente a un tiempo de dificultades para entender,
que el ave negra volara entre,
ardientes hierros crueles al servilismo,
o a la espera transitan miedosos de la mano con la miseria,
de quien se olvidó de vivir.
Los canticos, los canticos sobre el fuego y hielo,
son oídos en un trono que el azahar ofrendo,
y en la piel marcadas letras de alabanzas,
el hastío al mirar de noche, a los débiles de sus pobres almas
como esconden en baúles sus lamentos
y favorecen solo porque si.
¡ Conquistar ! No conquistado lo que muchos sueñan,
alcanzar el lugar donde moran los altísimos,
contemplarlos entender sus letras,
sarcásticos y acerbos comentarios.
“Para encontrar hay que dejar de buscar”
acericos son sus lenguas, han olvidado sus nombres
pretenden así, no les alcance su ocaso
pusilánimes mudan piel para escapar,
mientras más lejos no les alcanzara.
Verles temer, sin siquiera mirar a los ojos,
oírles lloriquear por la pérdida de su fatuidad
afligidos tiemblan, ante el abandono.
Finalmente... inexorable, ser mejor, estar sobre ellos
pisarlos y evangelizarlos a una nueva religión
donde soy Dios.
Malditos que hicieron de la pluma, el arte su perdición,
dejando la pasión por la materialidad
fundiéndose en necesidades mundanas,
pretendiendo el recorrer de la ascensión.
En lo profundo del alma,
las reverencias nacieron para mí,
se mira de soslayo, luego se teme
hay lastima para quienes abren sus heridas,
contaminándolas de supuesta ilusión.
Escudriñando con todo un corazón la humildad,
la brújula siempre marco el septentrión del ególatra,
no hay accidente posible, no hay divinidades humanas
¡ No se debe existir de otro modo !
Elthan