Piedras preciosas,
del mar del ágata,
son los cristales aguamarina
que, transparentes como las lágrimas
dan, de sus ojos,
miradas cándidas.
Y de los párpados
y las pestañas
surgen glaciares contemplaciones
que hielan tanto más que la escarcha,
a veces duelen
y a veces matan.
Esos joyeles,
verde esmeralda,
son los adornos que resplandecen
sobre su rostro de ondina pálida.
¡Verdes delirios,
dadme esperanza!