A Nicanor, tan amado.
Se acercó despacio y me abrazó en ternura
ese nieto mío de cabello rojo,
el que en mi falda dejara dormido
su cansancio niño, en amor latiendo.
La inefable alegría de nosotros y las cosas
fluía ajena a su anuncio tan vital y amado.
Sentí estremecerse mi ser escondido,
cuando se apretó a mi pecho y se arrimó a mi oído
para dejarme emocionado su suave susurro:
“mi mamá tiene a mi hermano en su panza” …
Se encendió de pronto el familiar ambiente
congregado a amarse en ese frío mayo…
Y pasaste a ser tú, mi niño, en silencio,
el dueño de todo el festejo y de toda la dicha.
No será efímera… es sólo el comienzo
de esta nueva vida, que cambiará las nuestras…
para amarla!
A Nicanor, mi decimosexto nieto...