(soneto blanco)
Esta noche pasaste por mi hastió,
callando mi oratoria solitaria…
¡Cortando las tinieblas de un reproche!
Noche nublada, noche segadora.
Bendigo las luciérnagas, tu crin,
rebosante de luz, de tal cariño
que no tiene un igual, bendita seas.
¿Qué haría sin tu guía, tu lenguaje…
Tu caricia de paz que me consiente?
Noches nubladas siempre habrá en el mundo,
pero noches clareadas con luceros
que nacen de tu alma, son divinas.
Mujer, mujer de cielos dadivosos,
honraré tu regalo entre las máculas.