¡Oh, mujer!, que los antílopes y gacelas
de la noble sabana huyen de ti,
cuando te ven tan ardiente.
Apagando tu llama con aguas delicadas,
gelatinosas, de contrastes variados en su sabor,
dependiendo de la alimentación
a la que tú, me sometes.
Los dioses, huyendo despavoridos
quieren ser mi cuerpo, en ese momento álgido,
de venas hinchadas,
corazón latiendo a velocidad de la luz,
glándulas sudoríparas funcionando
como un motor a propulsión.
Quiero ser valle que ilumine tu mente
con mi amor de pirata, con mi dicha de nube azul,
que nos sirve de techo a este amor limpio,
colorido, como mis campos en primavera.
Ese amor que se desliza por tu cuerpo
como el río se desliza por la cuenca de tu valle ,
regando las plantas de tu vida,
el alma henchida de nuestro sueño,
de Alicia en el país de la Maravillas.
Quiero recorrerte como las nubes
recorren el universo, contemplarte,
deleitarme, con tu belleza que tiene
a las montañas del valle bailando sainetes,
cuando nos ve abrazados en la alborada
del día, cuando el valle se despierta .
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