No sé cuándo fue
que estuve bien.
Quizás cuando no me
lo pregunté, cuando no
existía el miedo, ni la duda.
Cuando no entendía
lo que era perfecto,
bonito y estético.
Cuando no me comparaba,
cuando lo único importante
era jugar y sin querer vivía.
No sentía deseos ni necesidad
de casi nada.
Solo era importante
alargar las horas,
reír a carcajadas.
Cuando las caídas eran
algo cotidiano,
sin importar las cicatrices.
Las apariencias no importaban, ni la moda, ni la marca.
Amanecer con una sonrisa
solo por el motivo
de despertar nuevamente.
Cuando fue que
no me sentí vacía como ahora.
Que fuí feliz, completa, perfecta y hermosa.
No sabía de la existencia de estándares.
¡Cuando, cuando que no lo vi pasar!
Cuando me perdí, y dejé escapar mis deseos, ilusiones, mis sueños y mi felicidad.
Esa que parece que nunca alcanzaré,
esa que parece que huyó y me abandono.
Me siento como ese pájaro que se queda en su nido,
esperando un no sé qué para no se qué.
Que espera y espera porque está cansado de buscar en cada vuelo eso que un día creyó suyo, que no sabe dónde perdió, que no sabe dónde buscar, solo sabe que ya no lo tiene.