Amor imprudente
A mí me ignora siempre creyendo que es un chiste
pensando como nunca por alguien que le adora;
es todo lo contrario y a llanto se resiste
pues yo con mi silencio no tiene otra demora.
Que ha escrito doce cartas pidiéndome que vuelva,
que llora atormentada viviendo su castigo:
que el otro a quien amaba se despojó en abrigo
dejándole un recado y así, no lo resuelva.
Sus ojos lagrimosos, sus manos sin caricias,
su cuerpo atosigado, su boca sin un beso;
así, me ha confirmado pidiéndome regreso,
por ende, mi memoria maneja las noticias.
No sé a que huele el viento, no sé porqué me llora,
no sé si quiere verme para curar sus penas.
No sé si miente ahora… no sé si miente ahora,
Cupido con sus dardos me impuso mil cadenas.
Cuando no me quería, pedía ya no verme
y ahora me perjura por todos sus anhelos…
¿Será que haya aprendido? Pues dice que no duerme,
que le perdone todo, todito aquellos celos.
No sé porqué las huellas se vuelven como espinas
y obligan siempre al hombre decir lo que no quiere…
no sé porqué caemos en causas repentinas,
la cura del letargo con besos se difiere.
Lo estoy pensando, sí, eso… quiero encontrar mi parte
en donde ya no sufra mi alma sin guarida…
y quiero si se puede, que nos proteja el arte,
sirviendo de jurado la gnosis de la vida.
Samuel Dixon