El sueño lo había abandonado
y debió refugiarse en el recuerdo,
ese recuerdo que fue sueño
antes de llegar a ser recuerdo.
Y allí, estando en el recuerdo
se reavivó el fulgor del sueño
y aparecieron como nítido hechizo
los contentos de hijos y la espera…
Ya no cantes alma mía, ni solloces,
ni sueñes y si sueñas no lo digas.
Mantente en discreción y deja como enigma
esa luz que aparece en el espacio.