Se oyen ecos de suspiros
en el bosque del olvido.
Es el bosque del castigo
para el que siente dolor.
Son de las almas perdidas
que en procesión infinita
arrastran con sus desdichas
sin ninguna dirección.
Yo no acudí voluntario
a sufrir este calvario,
más si el bosque me ha atrapado
rezo por mi salvación.
Es angustioso destino,
es callado y sibilino,
apareció sin aviso
y me alcanzó su opresión.
No existen puertas de huida,
no hay ayudas permitidas
porque la única salida
la poseo en mi interior.
El sentirme prisionero
es parte del sentimiento,
el bosque no es carcelero,
el carcelero soy yo.
Cuando la pena te asalte
no permitas que se adueñe
de todo aquello que lleve
a secarte la razón.
Esa es la vida que espera
al ánima prisionera
que perdiendo la cabeza
también pierde el corazón.