Voy voluntario a una guerra
porque me llamó la muerte.
Quiero hacer larga su espera
y no caer en su suerte.
Fragosa será esta empresa
porque el rival es muy fuerte
pero el precio de mi apuesta,
me cueste lo que me cueste,
tendrá el valor que merezca
la lucha que yo presente.
Lucharé con entereza,
con denuedo permanente,
portando mi vida a cuestas
y blindado hasta los dientes.
No me acobarda esta entrega
aunque me llame la muerte,
voy dispuesto con nobleza,
con alegría y valiente,
valores que son mi fuerza
ante un rival tan potente,
más sabiendo que detesta
la risa del combatiente.
Pero también llevo pena
al combate que me viene
y es que mi alma condena
el morir cuando no quiere.
Por ello el miedo me acecha
y mi cuerpo se resiente.
Mis manos, mis manos tiemblan
cómo me tiembla la mente
y aunque acuda con presteza,
voluntarioso y consciente,
la propia vida aconseja
que lleve el valor presente,
pero siempre con cabeza,
que los que quedan, lo sienten,
y por ellos no quisiera
quedar como el imprudente
que fue a luchar una guerra
en la que vence la muerte.
Yo no elegí esta contienda
más cuando vino, me viene,
y si me vence en la brega
podré decir qué se siente.
Voy voluntario a una guerra
porque me llamó la muerte,
y no acepté su condena
porque la muerte nos miente.