Es simple, de vez en cuando,
agarrarse del ocaso,
desmentir al tiempo,
enclaustrar las alegrías.
Es sencillo puntualizar los ecos,
no desmembrar las noches
y salir ilesos, nuevos,
como siendo sus hijos.
También sonreir por que si,
sin que sea sincero,
dejarse mojar por el aguacero,
usar siempre piel y cenicero.
Es más fácil no ver a los ojos,
escribir mentiras,
decir lo que se quiere oir,
subirse la bragueta.
Poner los puntos sobre las íes
y no sobre las zetas, aunque me de la gana,
dejarse revolcar entre miradas,
y no decir una palabra.
Es curioso como difiere
lo sencillo y lo satisfactorio,
menos mal que nunca he aprendido
a ser otro heredero de lo obvio.