Los rayos de sol pasan a través de las cortinas, creando un juego de luces y sombras en la habitación. Las flores en mis manos parecen susurrarme secretos, suave al tacto, pero en su fragilidad siento oscuros presagios. Observó con paranoia cada pequeño movimiento, cada sombra que se mueve en la penumbra, sintiendo un pánico creciente al ver las hormigas negras que invaden mi hogar. Intento mantener la calma, aferrándome a la taza de té como a un salvavidas..
En mi mundo, el aburrimiento es mi compañero constante, una monotonía que apenas se ve interrumpida por momentos de quietud y serenidad cuando estás cerca. Pero incluso entonces, algo en tu presencia despierta en mí una sensación de irrealidad, como si estuviera atrapada en un sueño del cual no puedo despertar.
Tu cabeza descansa entre mis piernas, mientras mis manos masajean tu cabello con una mezcla de ternura y angustia. Siento tu tranquilidad, tu serenidad, mientras yo me sumerjo en un abismo de silencio, incapaz de articular las palabras que revolotean de caos en mi mente.
Es un baile peligroso el que compartimos, una danza entre el deseo y la negación. Tú haces lo que quieres, manipulas mis emociones como un titiritero, mientras yo me debato entre el deseo de complacerte y el anhelo de liberarme de tus garras venenosas.
Tu seducción es como un veneno que se filtra en mis venas, embriagándome con tu aroma letal. Enlazas nuestros corazones en un juego mortal de amor y desesperación, donde la razón se desvanece en la oscuridad y el mundo se tiñe de un negro voraz. En este torbellino de emociones distorsionadas, la locura se convierte en mi única compañera, y me sumerjo cada vez más profundamente en la vorágine de tu abrazo mortal.