En el jardín de la moral, dos almas se encuentran,
enredadas en un vaivén de pasiones que no se atreven.
Como flores prohibidas en un campo ajeno,
nuestras raíces se entrelazan en un juego sereno.
Entre el amanecer y el ocaso, nos buscamos en la penumbra,
como luciérnagas perdidas en la vasta bruma.
Cautivos en un laberinto de deseos y promesas fintas,
nuestros corazones se entrelazan en una danza distinta.
Dos mundos colisionan en un abismo sin final,
donde el amor y la lealtad libran un combate desigual.
En la encrucijada del deber y la pasión enardecida,
nuestra complicidad se convierte en una promesa prohibida.
Caminamos por sendas de sombras y silencios mudos,
envueltos en el velo de un destino confuso.
La tentación nos acecha con su voz susurrante,
pero resistimos el llamado, rechazamos ese instante.