Porque te gusta que te vea bailar
casi tanto como a mí me gusta verte.
Porque cuelgas de mis pensamientos
propagándome hacia lo indecible.
Porque toparme con tu sonrisa
es igual que un choque de canicas.
Porque verte crecer por cada luna
aumenta lo risueño de mis horas.
Porque dejas en mis días marcas
inalterablemente almibaradas.
Porque volcarme en ti un renglón tras otro
es pintar un nubarrón en desbandada.
Porque no necesito ningún por qué
para quererte lo mucho que digo.