Las hojas desnudaron al árbol viejo
siempre enhiesto, altivo en la mitad del campo
ya no quedan primaveras en sus manos
y después de tanto ver, tocará el cielo.
Lo envejeció la vida y también el tiempo
dejándole heridas en su tronco ajado,
sus ramas no acogen las aves de paso
que antaño anidaban, abrigo del viento.
Se secó la savia, correntera ardiente,
que te hacía bravo, fuerte y vigoroso,
pero cada día, con el sol naciente,
la tierra se olvida que fuiste grandioso,
más ya no perdura tu semblante verde
y las estaciones cerraron tus ojos.