Sigilosa se acerca la araña
cargando un violín en su espalda
y en sus negras boliches
ocho soles iluminan
el sol del atardecer.
Arrugadas manos
aterrizan como mariposas
en el koto
y polinizan las flores
con melodías de Japón.
Los pájaros
envidian el cantar de la niña
mas sus oídos abrazan
esa inocente bendición.
Dos instrumentos, una voz
Ocho ojos ven ocho ojos
Todo suma treinta y dos.