Al hombre seco, en corazón podrido,
un ramo de esperanza le ha brotado,
si nadie sembró el palpitar hallado
¡ un milagro de amor ha sucedido ¡
La fe olvidada el frío ha derretido,
y en el tronco marchito, entusiasmado,
palpita un juvenil y electrizado
deseo de ofrecer lo antes perdido.
Otrora la indiferencia permitida
huero el tierno pecho antes rebosante
dejó, y el corazón agonizante
vació la creencia recibida,
y plegó la condición de dulce amante
por la atea altivez sobrevenida.