Noche.
El rumor de tu voz lapida el silencio,
se escabulle de las sombras, del mundo,
penetra en mis oidos ebrios,
alcanza los sótanos de mi mente
y levanta el polvo de los recuerdos.
Noche.
Tu mano toca el silencio,
lo acaricia en medio del frío,
lo fija sobre la oscuridad de la distancia
donde no hay límites
para amar lo desconocido.
El brillo de tu mirada se queda,
juega con la mía a dormirse
mientras la madrugada nos embosca
y nos despierta del sueño gris.
Y tus manos son infierno
y tus manos son nido
y tus manos son tiempo.
Noche.
El cielo duerme y nosotros velamos.
Somos los centinelas del nuevo día.