Cuando me levanto y al balcón asomo,
te veo reflejada en tu espejo
de bellezas divinas,
antes de que el sol te haga visita.
Te marchas como la bruma se disipa,
cuerpo brillante, amanecer reluciente
de la dicha de mi vida, ola que me meces
en el columpio de la vereda de mi felicidad.
En ese instante, mi amor va de paseo
se difumina por la habitación, como un fantasma,
su antorcha de amor me abandona,
como se abandonan los muebles viejos,
de una casa en ruinas.
Me convierto en soledad, disipado,
como el libertino tahúr juega a las cartas,
en un local donde el humo es el rey,
y la tenue luz la princesa.
Musgo helado sobre mi cabeza,
lodazal en el sendero de mis horas,
hasta que llegas de nuevo,
con alma de felicidad henchida,
volviendo a girar la vida.
Donde había fantasmas, ahora hay risa,
donde había silencio, algarabía.
donde la luna duerme, el sol baila sus melodías
donde la desidia, ahora alegría
de recorrer el camino del arroyo
que nos guía con su corriente continua.
Quiero ser eternidad divina.