Recordaba de mi niñez, aquellos bellos días.
Era muy curiosa y muy osada en todo juego.
Mi madre, a la niñera, advertencias le hacía.
Me lo contaron y yo, no lo afirmo ni lo niego.
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Yo no recuerdo si son tan ciertas, esas porfías.
Dicen que, a la casa de muñecas, le eché fuego.
Pudo ser mi hermana quien, todo de mí, decía.
Para no ver sus maldades, había que ser ciego.
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Cuando evoco a mi hermana, mucho yo lloro.
Juntas crecimos y muy apegada, una a la otra.
Sé que, el no poder estar cuando murió duele.
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Fue que al crecer juntas, todo era de nosotras.
Siempre, rezo por Ella y, por su paz, yo imploro.
Y ruego que, desde el cielo, por la paz Ella vele.